Las culturas son reconocidas y designadas como tales de acuerdo a su producción simbólica y material, según la coherencia entre prácticas colectivas e individuales que moldean la estructura de las sociedades; sin embargo, la conformación de la conciencia en términos colectivos se fomenta y aparece coyunturalmente en base a las transformaciones que se suceden y la transforman como estructuras expuestas y que se reordenan conforme a su participación en un todo social de origen glocal.
Debido a que las sociedades se transfiguran en un ir y venir de aparatos políticos que la modelan y le dan forma en principio como efecto del tiempo, la tecnología y la cercanía de las experiencias, y luego como acumulación de un aparato ideológico de resistencias y negociaciones, estas dan origen al asentamiento de ciertas prácticas denominadas culturales, que son contingentes y constructivas, y que se refuerzan con el tiempo, la utilidad concreta y la participación colectiva en el cotidiano mediante la creación de estéticas particulares inmersas en este ir y venir.
En este sentido, Iconografía Manabita se centra en el recorrido icónico de las imágenes que son capaces de diversificar los espacios de representación del individuo entendido desde su articulación cultural, con el fin de conseguir una representación que será más una revisión particularizada y no oficial de un entorno que una contextualización académica, dada la naturaleza de la investigación. En este contexto se asumirá que, tanto la historia oficial como los descubrimientos e imágenes que se adquieran serán el resultado de la vivencia de los espacios, una interacción que sin duda, estará ligada a intereses particulares.